Porque nuestra vida será siempre algo limitado, pero no por eso deja de ser bella, a su manera. Que no se te escape.
Esto no significa no tener objetivos, no tratar de alcanzar cosas nuevas, o dejar de proponerse algo más. Porque eso también es parte de la felicidad. Pero siempre que uno ame y valore más lo que tiene y no tanto lo que no tiene. Porque si uno ama mucho lo que no tiene, y poco lo que sí tiene, siempre estará tristemente insatisfecho, con una especie de vacío en el corazón.
El Espíritu Santo quiere abrirnos los ojos para que aprendamos a vivir nuestra vida así como es, con sus valores y sus límites, sin estar envidiando la vida ajena y comparándonos con los demás.
Cada uno tiene que hacer su propio camino y recorrerlo con todo el corazón, porque tiene que vivir su vida, no la de los demás.
A veces hay que detenerse a mirar la propia vida bajo la luz del Espíritu Santo, hasta que podamos reconocer que también nuestra vida es bella, con todas sus imperfecciones, carencias y límites. Dejemos que el Espíritu Santo nos ayude a aceptarnos a nosotros mismos y a aceptar la vida, para emprender el viaje de cada día con un corazón abierto.
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