El Espíritu Santo no se lleva bien con
el pesimismo. Porque a él sólo le interesa lo que pueda ayudarnos a
salir adelante, no lo que nos clausure, nos detenga, nos paralice. Las
personas movidas por el Espíritu Santo no se dejan vencer ni amedrentar
por los fracasos. Tampoco bajan los brazos cuando escuchan opiniones
melancólicas, negativas y pesimistas. Siguen adelante buscando nuevos
caminos. Pero no son tercos que, cuando fracasan, quieren a toda costa
seguir intentando de la misma manera, sin cambiar nada. Las personas
verdaderamente tocadas por la luz del Espíritu Santo, cuando tienen un
obstáculo, se ponen a buscar nuevas maneras de superarlo, consultan,
investigan, aceptan los cambios que haya que hacer, intentan aprender lo
que no saben.
De esa manera se desarrollaron algunos genios. Por ejemplo, a Einstein lo consideraban un loco soñador, que inventaba ideas fantasiosas; pero finalmente, con astucia y creatividad, logró hacer ver que su teoría era seria. A Edison, su maestro lo consideraba corto de mente. La primera vez que Elvis Presley se presentó a probar su voz, los especialistas en canto le dijeron que se dedicara a ser camionero. La excelente actriz argentina, Norma Aleandro, fue despreciada por la que ella admiraba como gran artista. Sin embargo, ellos sabían que tenían algo para ofrecer, y aceptaron cambiar muchas cosas y modificar sus proyectos, para ir creciendo poco a poco, para aprender a llegar a los demás, y de esa manera le regalaron al mundo algo que vale la pena. Dejemos que el Espíritu Santo nos enseñe a salir adelante, sin desgastarnos inútilmente en el pesimismo y en los lamentos.
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