Cuando alguien se detiene a pensar en su
infelicidad, en sus fracasos, en las cosas que soñó y no logró, en sus
insatisfacciones. ¿Para qué gastar el tiempo y las energías en esos
pensamientos?
Hay que invocar al Espíritu Santo para poder adorar
al Padre Dios. Lo importante es que existe él y es infinitamente feliz.
Él es pura felicidad, sin límites ni confines. Existe la felicidad
perfecta, que es él. Yo puedo recibir gotitas de esa felicidad, y estoy
llamado a una felicidad inmensa. Pero lo más importante es que él es
feliz, inmensa y maravillosamente feliz, que en él hay un gozo
ilimitado.
Sólo una persona sanada y liberada por el Espíritu
Santo es capaz de disfrutar con la felicidad de otro, sin estar pensando
en lo que no tiene. Por eso, sólo el Espíritu Santo puede enseñarnos a
adorar. La adoración es extasiarme en la belleza y en la felicidad de
Dios, de tal manera que pueda desprenderme de mi propio yo por un
instante. Sólo cuenta él, sólo Dios. Pidamos al Espíritu Santo que nos
enseñe el arte de la adoración.
Espíritu Santo enséñame a adorar a Dios con toda el alma. Aumenta mi fe que comprenda a mi prójimo. Protegeme, a mi familia amigos y vecinos. Amén
ResponderBorrarEspíritu Santo enséñame a adorar a Dios con toda el alma. Aumenta mi fe que comprenda a mi prójimo. Protegeme, a mi familia amigos y vecinos. Amén
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