Juan el Bautista anunciaba que el Mesías iba a bautizar "en el Espíritu Santo y en el fuego",
purificando todo lo que no sirve (Lucas 3,16-17). El Bautismo que trae
el Mesías será una verdadera purificación, porque derrama el Espíritu
Santo como fuego.
El Mesías cumple aquel anuncio del profeta Ezequiel: "Los
purificaré de toda inmundicia y de toda basura, y les daré un corazón
nuevo... Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que caminen según mis
preceptos" (Ezequiel 36,25-27). Esto significa que la manifestación
del poder del Mesías se realiza sobre todo en los corazones. Y esa obra
interior del Mesías hace que los hombres puedan cumplir de verdad la
voluntad de Dios. Porque una predicación atractiva no es suficiente; es
necesaria la acción secreta de la gracia de Dios en el interior de la
persona.
Pensemos un momento de qué quisiéramos ser purificados, y pidámoslo al Espíritu Santo, que es fuego purificador.
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