"Cura nuestras heridas."
¡Cuántas heridas llevamos dentro! Grandes o pequeñas, viejas o recientes, esas heridas están allí adentro, por los recuerdos dolorosos, por las experiencias traumáticas de nuestro pasado, por nuestros fracasos, por nuestros errores, por el amor que nos negaron, por lo que no pudo ser.
Quizá con nuestra mente le quitamos importancia a esas cosas, pero nuestra afectividad sigue sufriendo por esas heridas.
El Espíritu Santo puede entrar en nuestro interior y es capaz de sanar esas heridas. Mostrémosle lo que nos duele, digámosle lo que sentimos, e imaginemos que se derrama como bálsamo que cura y cicatriza, que pasa como caricia suave que cierra las heridas con cuidado y con ternura. Él te lo está diciendo: "Yo, yo soy el que te consuela" (lsaías 51, 2). "Las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado" (lsaías 54,10). "Yo mismo apacentaré mis ovejas... Curaré a la herida y reconfortaré a la enferma" (Ezequiel 34,15.16).
Adorado Espíritu Santo, gracias por un día más de vida y por todo lo que me das!!! Gracias por estar sanando mis heridas, por consolarme y guiarme, por estar encontrando gente maravillosa en mi camino, por vivificarme y porque entiendo que siempre haz estado conmigo buscándome y yo no te hacía caso. Te adoro y te pido en el nombre de nuestro Señor Jesucristo que entres cada vez con más fuerza en todo mi ser y en todos mis hermanos. Amén y gracias
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