La magnanimidad es una hermosa virtud,
que nos lleva a desear cosas grandes, a gastar nuestra vida para
regalarle algo grande a este mundo. Porque ser humildes no quiere decir
que escondamos nuestras capacidades o que enterremos nuestros talentos.
El Espíritu Santo no se goza en nuestra destrucción ni espera que
renunciemos a nuestros sueños. Al contrario, él nos lanza a la aventura
de vivir cosas grandes.
Eso está claro en la vida de Santa Teresa
de Ávila, que hoy recordamos. Ella desde pequeña soñaba con hacer cosas
grandes por Cristo. Pero en esa época, hace quinientos años, las
mujeres no podían destacarse en la sociedad ni en la Iglesia.
A
ella la estimulaba mucho la lectura de las vidas de santos y de los
libros de caballería. Por eso un día, siendo niña, quiso escapar con su
hermano con el deseo de dar la vida por Cristo en tierras paganas.
En
1535 entró al convento de la Encarnación en Ávila. Pero se puede decir
que sólo veinte años después ocurrió su gran conversión, la acción más
poderosa del Espíritu Santo. Al poco tiempo sintió el llamado de Dios a
reformar la vida de los conventos carmelitas, devolviéndoles su espíritu
de austeridad y fervor evangélico, donde no debería faltar la alegría. A
esta reforma se le unió San Juan de la Cruz. Ambos sufrieron burlas y
persecuciones, pero nada podía frenar a esta mujer decidida y segura. A
su intensa actividad unió una altísima experiencia mística que quedó
plasmada en sus escritos espirituales, por los cuales se la declaró
doctora de la Iglesia. Fundó muchos conventos reformados, lo cual le
significó numerosos viajes que deterioraron su salud. A causa de esos
viajes la llamaban despectivamente "mujer inquieta y andariega".
Pero
a pesar de las persecuciones que soportó de parte de las mismas
autoridades de la Iglesia, expiró diciendo: "Muero hija de la Iglesia".
Porque el Espíritu Santo, que nos invita a vivir cosas grandes, nos
lleva también a vivirlas en humildad y en fraternidad, nunca en la
vanidad y la división.
Teresa es un hermoso estímulo que nos
invita a dejarnos llevar por el Espíritu Santo sin cobardías ni
mezquindades, sabiendo que, unidos al Señor, y más allá de lo que
nosotros podamos ver, nuestra vida dará mucho fruto.
" Porque ser humildes no quiere decir que escondamos nuestras capacidades o que enterremos nuestros talentos. El Espíritu Santo no se goza en nuestra destrucción ni espera que renunciemos a nuestros sueños. Al contrario, él nos lanza a la aventura de vivir cosas grandes. "
ResponderBorrar" Teresa es un hermoso estímulo que nos invita a dejarnos llevar por el Espíritu Santo sin cobardías ni mezquindades, sabiendo que, unidos al Señor, y más allá de lo que nosotros podamos ver, nuestra vida dará mucho fruto. "
ResponderBorrarSeñor quita de nosotros toda tibieza, aparta todo miedo y toda pereza, enciende el fuego de tu Santo Espíritu y danos valentía y determinación para llevar tu palabra por doquier con amor, humildad y diligencia, ven Espíritu Santo, te necesitamos, amen...
ResponderBorrarAmén! Ven Espíritu Santo y llena nuestras vida de tu amor infinito, ayúdanos en el nombre de Cristo Jesús a ser mejores personas y hacer de este mundo y en este plano. Señor Jesucristo tú eres un Rey de smor., Maestro de Maestros, te ruego que obres en mi corazón para que yo sea una persona más calma y menos impulsiva, para tener mayor inteligencia emocional, poder reaccionar bien ante las adversidades y que me indiques mi camino y nunca te apartes de mi. Lee mi corazón ES, tu sabes lo que yo deseo ayúdame a discernir en nombre de nuestro Señor Jesucristo. GRACIAS Y AMÉN. TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE
ResponderBorrar¡Oh felicísima gracia, que haces rico de virtudes al pobre de Espíritu y vuelves rico de muchos bienes al humilde de corazón ¡Ven, desciende en mí, llename ya desde la mañana de tu misericordia y de tu consolación, para que mi alma no desmaye por el cansancio y la aridez del Espíritu! Te suplico, Señor, "que halle yo gracia ante tus ojos" (GN 18,3) pues basta tu gracia aunque no consiga todo lo demás que la naturaleza desea. Al ser tentado y vejado por muchas tribulaciones, no temere mal alguno mientra tu gracia esté conmigo. Ella es mi fortaleza; ella me aconseja y me auxilia. Es más poderosa que todos los adversarios y más sabia que todos los sabios. Ella es maestra de la verdad, instructira de una vida disciplinada, luz del corazón, consuelo en la aflicción. Destierra la tristeza, quita el temor, nutre la devoción y es fuente de lágrimas ¿Qué soy yo sin la gracia, sino un madero seco y un tronco inútil, bueno sólo para ser desechado? Por eso Señor,¡Que tu gracia siempre me prevenga y me acompañe y me conceda ser dado siempre a buenas obras, por Jesucristo tu hijo!Amén
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