viernes, 11 de octubre de 2019

11 de Octubre


Como siempre, el apasionado San Agustín expresa de una manera maravillosa el deseo de Dios, y también el deseo del Espíritu Santo. Usemos sus palabras para elevar el corazón al Espíritu Santo:
"Ven, dulce Consolador de los que están desolados, refugio en los peligros y protector en la miseria.
Ven, tú que lavas nuestras manchas y curas nuestras llagas.
Ven, fuerza del débil, apoyo del que cae. 
Ven, doctor de los humildes y vencedor de los orgullosos.
Ven, padre de los huérfanos, esperanza de los pobres, tesoro de los que sufren la indigencia.
Ven, estrella de los navegantes, puerto seguro de los náufragos.
Ven, fuerza de los vivientes y salud de los moribundos.
Ven Espíritu Santo, ten piedad de mí.
Hazme sencillo, dócil y fiel.
Compadécete de mi debilidad con tanta bondad que mi pequeñez se encuentre ante la multitud de tus misericordias.
Ven Espíritu Santo.
Amén."

8 comentarios:

  1. Gracias Señor Espíritu Santo. Amén.

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  2. Gracias Espiritu Santo por tu misericordias todos los días hago mi comentario pero no se como ingresar

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  3. Gracias Espiritu Santo por tu misericordias todos los días hago mi comentario pero no se como ingresar

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  4. Que bellas palabras de San Agustín! Espíritu Santo hazme sencillo dócil y fiel...

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  5. Gracias espíritu Santo por nunca dejarme . Ven espíritu Santo lléname humildad y sencillez que solo tú nos das. Suplico no abandones el corazón de mi esposo ,el te necesita mucho pero no te ha descubierto. No tardes en socorrernos. Amén amén amén.

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  6. Ven Espiritu Santo. Hazte presente en mis debilidades. Dame fuerza y fe.

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  7. MUCHO AGRADECERÉ ENVIEN EL MENSAJE DE HOY SÁBADO 12 DE OCT. Y QDLBS. ✔ GRACIAS Y SALUDOS.

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  8. OTROS cinco minutos del Espíritu Santo

    El Espíritu Santo limpia, purifica, destruye todo lo manchado y se lleva nuestras basuras. Por eso es agua que lava, viento que arrasa y fuego que quema:

    «Cuando lave el Señor la suciedad de las mujeres de Sión y friegue la sangre dentro de Jerusalén, con un viento justiciero, con un soplo abrasador» (Isaías 4,4).

    Cuando nos sentimos sucios por dentro, por nuestras infidelidades, egoísmos o malas acciones, invoquemos al Espíritu Santo para que queme todo eso con su fuego y lo destruya para siempre: «Será fuego de fundidor, jabón de lavandero» (Malaquías 3,2).

    Ya en el Bautismo nos bañó, y vuelve a hacerlo cada vez que volvemos a él sinceramente arrepentidos:

    «Nos salvó con el baño del nuevo nacimiento y la renovación por el Espíritu Santo» (Tito 3,5).

    Veamos cómo lo expresaba San León Magno:

    «Un pueblo que se consagra al cielo nace aquí de semilla fecunda; lo engendra el Espíritu Santo fecundando el agua. Sumérgete pecador, para limpiarte en la sagrada corriente. Viejo te recibirá el agua, pero te despedirá nuevo».

    Muchas veces, cuando hemos caminado y trabajado en un día de calor de verano, hemos disfrutado al sentirnos limpios después de un buen baño. Mucho más bella es la limpieza que realiza el Espíritu Santo si le permitimos que pase por nosotros con su agua purificadora.

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