jueves, 11 de agosto de 2016

11 de Agosto

En algunos santos podemos reconocer de una forma especial la belleza y la alegría que puede derramar el Espíritu Santo cuando somos dóciles a su acción en nuestros corazones. Hoy recordamos a Santa Clara, la compañera de San Francisco de Asís. Ella pudo decir a Jesús como San Pedro: "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido" (Mateo 19,27). 
Cautivada por la entrega radical y feliz de San Francisco de Asís, Clara decide audazmente seguir sus pasos. En aquella época era muy difícil para una mujer tomar ese tipo de decisiones. De hecho, cuando Clara dejó su palacio fue perseguida por sus familiares. En la pequeña iglesia de Santa María de los Ángeles (la Porciúncula) se consagró a Dios; Francisco cortó sus trenzas y aceptó su compromiso a los dieciocho años. Luego su testimonio entusiasmó a su hermana Inés y a dieciséis jóvenes más con las que formó una comunidad. Alternaban la oración con el cuidado de enfermos pobres. Una de las normas de esta comunidad era vivir sólo de las limosnas; por lo tanto, una parte del día se dedicaba a pedir limosna para comer.
Para los que nos entregamos a Dios a medias, temiendo que él quiera tomarlo todo, sospechando que Dios quiere mutilarnos o quitarnos algo sin nuestro permiso, el testimonio de Clara nos muestra la alegría de quien se deja llevar por el Espíritu Santo para vivirlo todo con Jesús. Clara sabía que una vida que se construye sin el Espíritu Santo está destinada a la tristeza, al vacío y a la muerte, y que lo que se construye con él está seguro y tendrá buen fin. Sin máscaras, sin seguridades falsas, sino apoyándose sólo en el inquebrantable amor divino.

Esta mujer conjugaba en su comunidad contemplativa los ideales de pobreza, servicio al pobre y vida fraterna. El sueño comunitario del pobre de Asís se realizaba hermosamente en este grupo de mujeres pobres, en íntima comunión con Francisco y sus seguidores. En estos seres capaces de vivir una luminosa comunión fraterna, descubrimos hasta qué punto el desprendimiento de los seres queridos y de los afectos, cuando es sano y verdadero, no hace más que multiplicar los lazos del amor. Por eso el creyente no le teme a la soledad, porque el Espíritu Santo le va otorgando una firmeza afectiva que le permite tener relaciones sanas, no posesivas ni absorbentes, y eso le va ganando amistades más bellas y satisfactorias, sin angustias enfermizas. Pidamos al Espíritu Santo que nos enseñe ese modo de amar.

5 comentarios:

  1. Espiritu santo permitenos lograr una firmeza afectiva y formar relaciones sanas no posesivas no absorventes que nos permitan ir sumando bellas amistades sin angustias enfermizas. Espiritu santo enseñamos esa forma de amar

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  2. Grasias espiritu santo por este dia de vida qe me regalas grasias por aserme los momentos dificiles asermelos felices por que a tu lado asta en la soledad te sientes bien grasias señor mil grasias te doy amen

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  3. Dios te pido perdon por todo lo que ise el dia de hoy yo quiero aser las cosas bien pero abeses nos e dificil solo te quiero desir que te escribi estas palabras por que nesesito.desirte y el dia de mañana me comprometo a cambiar yabque dia a dia aprendo mas cosas buenas por que estoy a tu lado y quiero cambiar todo lo malo y te pido por fabor que me agas una persona humilde con toda la gente amen

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  4. -/

    Gloria a ti Dios , por la vida de todas aquellas persona de corazón limpio que han dedicado su vida al servicio de los demás

    Te suplicamos continúes purificando el corazón de cada uno de nosotros para que también encontremos en el amor y la compasión , el motor de nuestro andar
    Te lo suplicamos Señor

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  5. No se porque no se subbió hoy el mensaje pero con todo cariño a la Santisima Trinidad y a ustedes con respeto lo subo
    18 de Agosto
    La Biblia nos habla de un carísima del Espíritu Santo que no siempre entendemos bien. Es una especie de oración en lenguas. ¿De qué se trata?
    San Pablo explica que se trata de una forma lie expresión que sirve sólo para comunicarse con Dios, no para comunicarse con los demás, que no pueden comprenderlo (1 Cor 14,2). Pero además, la misma persona que usa esta forma de expresarse no puede comprender con su mente lo que dicen sus palabras (14,14). Sin embargo, esta oración produ¬ce frutos, edifica realmente a la persona (14,4), y en su espíritu es una verdadera oración, aunque la mente no comprenda (14,14). Y en su espíritu es una verdadera oración, aunque la mente no comprenda (14,14)
    ¿Qué significa esto? Que a veces, cuando nos entregamos a la oración, el Espíritu Santo puede regalarnos una experiencia de profunda comunicación con Dios y de liberación interior, porque nos permite expresar lo que hay en lo profundo del corazón sin tener que usar palabras comprensibles, sin necesitar armar frases o buscar palabras adecuadas. De hecho, es lo que sucede cuando suspiramos, cuando llora¬mos, cuando gemimos, etc. Alguna vez es necesaria esta liberación de las cosas más profundas del cora¬zón en la presencia de Dios. ¿Cómo se logra?
    En primer lugar, pidiendo al Espíritu San¬to que nos ayude a gemir en nuestro interior (Rom 8,15); pero también intentando expresar lo que hay dentro de nosotros con una melodía, con una sílaba repetida, con un gemido audible, con una canción que poco a poco va perdiendo la letra y se va convirtiendo en un susurro, dejando que una melodía espontánea brote sin esfuerzo, con espontaneidad, sin controlarla demasiado. Pero sobre todo, cargando esos movimientos de nuestra voz con aquellas cosas, dulces o dolorosas, que guardamos dentro, que necesitamos expresar y nunca hemos logrado manifestar del todo en la presencia de Dios.
    Es ciertamente una experiencia que nos ayuda a aflojar nuestro interior cargado y nos permite relativizar por un momento la importancia de las cosas que nos agobian, nos aturden, nos angustian Pidamos al Espíritu Santo que nos regale esa experiencia liberadora.

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