domingo, 15 de febrero de 2015

15 de Febrero

Cuando nos preguntamos por qué esta Persona divina se llama Espíritu, podríamos responder "porque no es material". Pero esa respuesta es muy pobre. En la Biblia ese nombre significa mucho más.

En el Antiguo Testamento la palabra espíritu (ruaj) es un sonido que imita el ruido de la respiración agitada. El sentido principal es el de aire. Pero hay que decir "aire en movimiento" porque el hebreo no conoce la idea de aire quieto, sino moviéndose o moviendo. Indica una vitalidad dinámica que depende de Dios (Salmo 33,6; 104,29-30) y está ausente en los ídolos (Jeremías 10,14).

El espíritu tiene una gran movilidad: es comunicado, entra, sale, renueva, impulsa, abandona (Números 11,24-29). Este aspecto dinámico es una característica inseparable de la noción de espíritu. De hecho, el Antiguo Testamento lo relaciona particularmente con la actividad profética, que orienta hacia adelante, hacia el futuro.

En el Antiguo Testamento traducido al griego, la palabra espíritu tiene también ese sentido dinámico. La raíz del término expresa un "movimiento de aire cargado de energía".

En el libro de la Sabiduría se describe al "espíritu" como ágil, que atraviesa y penetra, espejo de la actividad de Dios, que se despliega vigorosamente, etc. (7,22.24.26; 8,1).

Según los escritos de San Pablo el Espíritu moviliza, da fuerzas, y derrama dones en orden a actuar, para enriquecer la vida de la Iglesia (Romanos 8,14-15.24-27; 1 Corintios 12,1-11; 2 Corintios 3,6.17-18; Gálatas 4,6-7; 5,22-25). Y esta concepción dinámica se expresa también en la invitación a "no apagar el Espíritu" (1 Tesalonicenses 5,19).

En los Hechos de los Apóstoles, el derramamiento y la acción del Espíritu producen un permanente y fervoroso dinamismo (Hechos 1,8; 2,2.41; 4,29-31; 8,39-40; 10,44-46; 13,4; 19,6; 20,22-23). Es bueno pedirle al Espíritu Santo que nos llene de ese dinamismo de vida.

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