Ven Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo

domingo, 31 de mayo de 2015

01 de Junio

Cuando algún problema te agobia, tienes que detenerte a contárselo al Espíritu Santo. Nadie te pide que enfrentes tus dificultades solo. Lo tienes a él. Pero no le cuentes sólo lo que te sucede, sino lo que sientes en tu interior a causa de ese problema. Porque a veces lo peor no son las cosas que nos pasan, sino lo que nos hacen sentir por dentro. Si has discutido con un hijo o con un amigo, quizás no sufras tanto por la discusión, sino porque esa discusión te hace sentir que todos te abandonan, que nadie es fiel, o que eres desagradable y por eso nadie te ama. Quizás eso despierte tu temor a quedar solo y abandonado. 

Las cosas que nos pasan despiertan todos nuestros monstruos interiores.

Por eso, es necesario que le cuentes todo al Espíritu Santo, todo eso que da vueltas en tu interior. Porque él puede ayudarte a resolver tu problema, pero sobre todo puede curarte interiormente, para que no te sientas tan débil, para que no te sientas tan solo, para que puedas sacar lo mejor de tu ser y salgas adelante.

Es mejor que derrames todo en su presencia sin ocultarle nada, y que dejes que él te consuele. Porque el Espíritu Santo es el verdadero "Consolador".

31 de Mayo

Algunos, ya desde niños, abrieron su corazón a la gracia del Espíritu Santo. Pero otros se resistieron mucho tiempo. Veamos el ejemplo del apasionado y mundano San Agustín. Él mismo nos cuenta cómo gastó muchos años de su vida esclavizado en muchos pecados:

"Ardía en el deseo de saciar mis bajos apetitos, y me convertí en una selva de amores oscuros... Me excedí en todo... Le concedí a la lujuria todo poder sobre mi vida y con todas mis fuerzas me entregué a ella" (Confesiones 2,1-2).

Pero a pesar de haber conocido de cerca los vicios y todo tipo de placeres, cuando abrió el corazón al amor de Dios, se lamentó de haber gastado sus energías en esas vanidades, se lamentó de no haber encontrado antes el cautivante amor divino: "¡Qué tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva!" (Confesiones 10,27).

Muchos de nosotros no hemos tenido nunca una vida muy desenfrenada, o no hemos experimentado una maravillosa liberación como Agustín. Pero todos estamos llamados a una vida mejor, más santa, más buena (Filipenses 3,12-14). Invoquemos al Espíritu Santo para poder lograrlo. Él es capaz de transformarlo todo si le damos espacio en nuestra existencia.


viernes, 29 de mayo de 2015

30 de Mayo

Para aprender la libertad del Espíritu Santo hay que dejarse iluminar por la Palabra de Dios.

El Espíritu Santo es quien ha inspirado la Palabra de Dios. Por eso, él puede iluminarnos para comprender esa Palabra. No sólo para que alcancemos una comprensión intelectual de ella, sino para que le abramos el corazón y nos dejemos mover por su exhortación a la conversión.

Porque si el Espíritu no toca los corazones con su gracia, el solo hecho de escuchar la Palabra o de leerla, no llega a producir ningún cambio en nuestra vida. Pero si invocamos al Espíritu y nos dejamos inundar por él antes de leer la Palabra, seremos capaces de ser sinceros ante ella, aceptaremos quedar al descubierto, y así esa Palabra le hablará concretamente a la propia vida, nos hará ver claro el camino, y el Espíritu nos dará la fuerza para seguirlo. Ese es un secreto de los verdaderos cambios.

29 de Mayo

29 de Mayo

"Ven Espíritu Santo, limpia mi interior de todo residuo de resentimiento y de malos recuerdos. 
Concédeme recordar el pasado con serenidad, sin rencores ni tristezas, sin angustias ni temores.
Mi seguridad está en tu amor y en tu fuerza que me abraza.
No permitas que me debilite y me desgaste con faltas de perdón y resquemores. 
Arranca de mi interior todo deseo de venganza. 
Muéstrame, Espíritu Santo, que la venganza termina cayendo sobre mi propia vida y matando mi alegría y mi paz. 
Ayúdame a declarar libres a esas personas que de alguna manera me hicieron sufrir. 
Que yo no necesite hacerlos sufrir para sentirme bien.
Derrama en mi interior tu compasión, coloca en mis ojos tu mirada compasiva, para que pueda recordarlos sin rencor y sin angustia. 
Libérame Dios mío, para que pueda respirar feliz y caminar sin ataduras interiores. 
Muéstrame que hay más felicidad en dar que en recibir, y que siempre es mejor vencer el mal con el bien. 
Ven Espíritu Santo.
Amén."

miércoles, 27 de mayo de 2015

28 de Mayo

El Espíritu Santo derrama en nosotros el fuego del amor, para que amar no sea una obligación, sino una necesidad, un gusto, una elección verdaderamente libre. 

Cuando dejamos que el Espíritu Santo nos impulse al amor, entonces ya no somos esclavos de miles de cosas que tenemos que cumplir. Somos libres, porque nos brotan espontáneamente las obras que agradan al Señor.

Cuando el Espíritu nos ha transformado, la libertad cristiana es convertirse en esclavos de los demás (Gálatas 5,13), porque el Espíritu Santo nos libera de nosotros mismos para hacernos uno con el hermano y ganarlo para Cristo: "Siendo libre, me hice esclavo de todos" (1 Corintios 9,19). Y así, en lugar de perderla, ganamos la más preciosa libertad, la liberación que produce el amor. Porque un corazón generoso es un corazón liberado del peor de los males: la indiferencia.

martes, 26 de mayo de 2015

27 de Mayo

"Ven Espíritu Santo. Libérame, para que no alimente la impaciencia y el desprecio hacia otras personas. 
Toma mi mirada para que pueda mirar a los demás como Jesús, con inmensa paciencia. 
Contemplo a Jesús, tan comprensivo con los pecadores, tan paciente y compasivo con las debilidades de sus discípulos, tan cercano a todos. 
Quiero aprender de Jesús, paciente y humilde, para encontrar descanso y alivio en mis impaciencias.
Bendigo a todas las personas que me molestan, que me desagradan, que me cansan, que me perturban, que me interrumpen. 
Las bendigo para que sean cada día más bellas y santas, para que reflejen tu amor y tu hermosura. 
Pasa tu mano por sus vidas para que sean felices.
Ven Espíritu Santo a mi vida, penetra en mi interior, acaríciame con tu divina calma. 
Cura las heridas de mi intimidad que me llevan a rechazar a los demás. 
Sana la raíz de mi intolerancia, de mis malas reacciones, y regálame el don de la paciencia.
Amén."

lunes, 25 de mayo de 2015

26 de Mayo

"Cura nuestras heridas."

¡Cuántas heridas llevamos dentro! Grandes o pequeñas, viejas o recientes, esas heridas están allí adentro, por los recuerdos dolorosos, por las experiencias traumáticas de nuestro pasado, por nuestros fracasos, por nuestros errores, por el amor que nos negaron, por lo que no pudo ser.

Quizá con nuestra mente le quitamos importancia a esas cosas, pero nuestra afectividad sigue sufriendo por esas heridas.

El Espíritu Santo puede entrar en nuestro interior y es capaz de sanar esas heridas. Mostrémosle lo que nos duele, digámosle lo que sentimos, e imaginemos que se derrama como bálsamo que cura y cicatriza, que pasa como caricia suave que cierra las heridas con cuidado y con ternura. Él te lo está diciendo: "Yo, yo soy el que te consuela" (lsaías 51, 2). "Las colinas se moverán, pero mi amor no se apartará de tu lado" (lsaías 54,10). "Yo mismo apacentaré mis ovejas... Curaré a la herida y reconfortaré a la enferma" (Ezequiel 34,15.16).

domingo, 24 de mayo de 2015

25 de Mayo

"Riega nuestra aridez."

El Espíritu Santo también es como una lluvia, agua que penetra la tierra seca. Somos tierra que cruje y que llora, seca y agrietada. Pero cuando llueve la gracia, nuestro desierto reverdece y se llena de flores, rebosa de vida.

Nosotros hemos regalado nuestra vida a tantas cosas de este mundo, hemos desgastado nuestras energías en tantas tonterías que nos han dejado secos por dentro, sin vida, sin amor, sin hermosura.

Invoquemos al Espíritu Santo para que se derrame como lluvia fecunda, para que haga brotar las semillas buenas que él mismo puso en nosotros.

Él lo ha prometido: "Derramaré agua sobre el suelo sediento y torrentes sobre la tierra seca" (lsaías 44,3).

Pidámosle que riegue, que refresque, que renueve con sus gotas divinas, que nos devuelva la vitalidad y la energía, que resucite nuestros sueños y nuestra esperanza. Así se cumplirá la promesa del profeta Oseas:

"Seré como rocío para Israel. Él florecerá como el lirio, y hundirá sus raíces como el Líbano. Sus ramas se desplegarán y su esplendor será como el olivo. Estará perfumado como el Líbano, volverán a sentarse a su sombra, harán crecer el trigo, florecerán como la vid" (Oseas 14,6-8).

sábado, 23 de mayo de 2015

24 de Mayo

"Lava nuestras manchas."

Imaginemos un valle lleno de basura y suciedad, atravesado por un pequeño río que baja de los cerros, donde nadie se atreve a colocar sus pies desnudos por temor a ensuciarse. Pero de pronto el río empieza a crecer, y su caudal es cada vez mayor. El río crecido, con su fuerza, arrastra todas las basuras y limpia completamente el valle. Al día siguiente, todo está en calma, y corren aguas limpias, que sirven para beber y para bañarse.

Imaginemos todas las manchas y suciedades de nuestro interior. Pensemos no sólo en nuestros pecados, sino en las inclinaciones que han dejado esos pecados; pensemos también en las tristezas y perturbaciones interiores que han quedado por nuestras malas acciones. Y roguémosle al Espíritu Santo que pase como un río caudaloso, que lave, que limpie todo, que se lleve toda suciedad y nos deje blancos, relucientes, verdaderamente liberados.

viernes, 22 de mayo de 2015

23 de Mayo

"Sin tu ayuda divina no hay nada en el hombre, nada que sea inocente."

Estas palabras parecen un poco negativas, pero lo que dicen es completamente cierto. Sin la acción del Espíritu Santo no hay nada inocente en nuestras vidas.

Es verdad que sin el Espíritu Santo podemos construir una casa, o ganar dinero, o dar un buen examen; también podemos hacer cosas que en apariencia son virtuosas, como ahorrar dinero, o evitar las drogas, etc. Pero nada de eso es en verdad santo y bello sin la acción del Espíritu Santo. Porque sin él en realidad estamos siempre buscando nuestro interés sin preocuparnos con sinceridad por el bien de los otros. Sin él tampoco nos interesa de verdad la gloria de Dios.

Nosotros podríamos decir que hay personas que no son cristianas, o que son ateas, pero que verdaderamente dan la vida por los demás. Es posible; pero si eso de verdad es sincero y generoso, es porque en ellos está actuando el Espíritu Santo.

Muchas veces él está invitándonos a hacer el bien, pero su impulso no obtiene resultados porque nosotros lo ignoramos o nos resistimos.

Pero si en algún momento lo dejamos actuar, y brota en nosotros un sentimiento verdadero de bondad, o una decisión realmente generosa, tenemos que darle gracias a él. Porque eso sería imposible sin su impulso, sin su invitación, sin su gracia que nos eleva.

jueves, 21 de mayo de 2015

22 de Mayo

"Consolador lleno de bondad, dulce huésped del alma."

Es bueno repetir muchas veces estas palabras, lentamente, para que sean como gotas de paz que calmen nuestras perturbaciones.

Porque estas palabras nos ayudan a dejar de resistirnos al amor del Espíritu Santo, ya que no hay nada que temer. En lugar de traernos dificultades y preocupaciones, él viene a consolarnos, viene a ayudarnos a enfrentar todo lo que nos da miedo, viene a darnos calma en medio de las tormentas, viene a decirnos que siempre es posible empezar de nuevo.

En lugar de ser alguien que necesite hacernos daño, él sólo puede desear nuestro bien, porque es amor puro, amor sin mezcla de odios o rencores. El simplemente está lleno de bondad.

Y en lugar de ser una fuerza que viene a perturbar nuestro interior, o que viene a hacernos sentir la amargura de nuestra pequeñez, él viene a reposar en nosotros con una inmensa dulzura. Nos cuesta reconocerlo, porque nosotros le prestamos mucha atención a los sentimientos negativos que dan vueltas en nuestro interior, pero él es el dulce huésped del alma. Si pudiéramos descubrirlo, sabríamos que no hay nada más dulce que su presencia.

miércoles, 20 de mayo de 2015

21 de Mayo

"Ven padre de los pobres."

Al Espíritu Santo lo llamamos padre de los pobres, porque él sólo puede actuar en un corazón humilde y sencillo, en los que tienen alma de pobres. Eso no significa que tengamos que despreciarnos o sentirnos inútiles. Sólo significa que reconozcamos de verdad que lo necesitamos, que sin él no podemos nada, que nuestra debilidad necesita su fuerza.

Con él estamos seguros, llenos de confianza y arrojo. Pero al que tiene un corazón pobre no se le ocurriría enorgullecerse por eso, porque sabe bien que todo lo debe al auxilio del Espíritu Santo.

El muestra su gloria en nosotros cuando de verdad reconocemos nuestra pequeñez y nuestras carencias, cuando no nos aferramos a nuestras riquezas, logros y capacidades, cuando descubrimos que no tenemos nada donde apoyarnos, porque todo es frágil y pasajero.

Los pobres no se sienten tristes por descubrirse pequeños. Al contrario, viven la alegría de depender del Espíritu Santo. Liberados de la vanidad y de la autosuficiencia, están realmente abiertos a la fuerza del Espíritu, y se gozan en su presencia salvadora.

martes, 19 de mayo de 2015

20 de Mayo

Ahora te invito a meditar parte por parte, durante varios días, algunos trozos de la hermosa secuencia de Pentecostés, que comienza diciendo: "Ven Espíritu Santo, y envía desde el cielo un rayo de tu luz".

Cuando le pedimos que envíe su luz desde el cielo, esto no significa que él esté allá arriba, lejos de nosotros que estamos aquí abajo. 

Siempre imaginamos al Espíritu Santo llegando desde arriba, y levantamos nuestras manos a lo alto para invocarlo. Pero en realidad él ya está en nosotros, más cerca que nadie. Lo que hace falta es que nos transforme con esa presencia.

Sin embargo, nosotros miramos hacia el cielo, como si fuera a descender desde allí. Eso en realidad es un símbolo que nos recuerda que él nos supera, que está por encima de todo, que es Dios. Así como el cielo está por encima de nosotros y no podemos abarcarlo, eso vale con más razón para el Espíritu Santo, que es Dios. Nosotros no podemos pretender que ya lo conocemos, que lo podemos dominar, que lo podemos apresar y tenerlo bajo nuestro dominio. Aunque él habita en nosotros, al mismo tiempo nos supera, nos trasciende infinitamente. Si no podemos abarcar el cielo infinito, menos podremos abarcarlo a él. Por eso miramos hacia lo alto invocándolo, y por eso le pedimos que envíe desde el cielo un rayo de su luz.

19 de Mayo

El próximo domingo celebramos Pentecostés, por lo que, para empezar a prepararnos, te propongo que hagas esta oración, que es parte de una antigua plegaria de la Iglesia, que se reza en todo el mundo el domingo de Pentecostés, y que en los próximos días vayamos meditando y haciendo oración cada una de sus partes:

"Ven, Espíritu Santo, 
y envía desde el cielo, 
un rayo de tu luz. 
Ven, padre de los pobres, 
ven a darnos tus dones, 
ven a darnos tu luz. 
Consolador, 
lleno de bondad, 
dulce huésped del alma. 
Penetra con tu santa luz 
en lo más íntimo 
del corazón de tus fieles. 
Sin tu ayuda divina 
no hay nada en el hombre, 
nada que sea inocente. 
Lava nuestras manchas, 
riega nuestra aridez, 
cura nuestras heridas."

Fragmentos de la Secuencia de Pentecostés

lunes, 18 de mayo de 2015

18 de Mayo

El Espíritu Santo es un manantial generoso, una fuente desbordante que siempre da. Y por eso, siempre nos invita a dar con generosidad. A veces no nos damos cuenta de la verdad de aquello que decía San Francisco de Asís: "Es dando como se recibe".

Si damos con generosidad, en lugar de despojarnos nos enriquecemos, en lugar de vaciarnos, nos vamos llenando de una riqueza superior, que no se ve con los ojos del cuerpo. Lo dice con claridad la Palabra de Dios: "Hay más felicidad en dar que en recibir" (Hechos 20,35). Creamos en esa enseñanza de la Biblia.

Eso sucede cuando aprendemos a dar con un corazón generoso y sincero, verdaderamente desprendidos de lo que damos. El corazón se llena de fuerza cuando uno da "no de mala gana ni forzado, porque Dios ama al que da con alegría" (2 Corintios 9,7).

Es muy bello convertirse en un instrumento del Espíritu Santo, para que a través de nosotros él pueda dar, y dar, y dar. Dar sin esperar recompensa, dar sin exigir agradecimientos ni reconocimientos, dar por el solo gusto de dar. Dar sin medida, y sin tristeza.

domingo, 17 de mayo de 2015

17 de Mayo

La súplica nos alivia por dentro, porque cuando le pedimos ayuda al Espíritu Santo sentimos que la carga que estamos llevando ya no es tan pesada. Seguro él nos ayudará de alguna manera para que encontremos una salida, y sobre todo para que sepamos cómo enfrentar esa dificultad.

El Espíritu Santo es como un maestro interior, como un médico del alma, como un especialista en masajes interiores que sabe poner las cosas en su lugar. Así, las dificultades no te enferman, no te derriban, no te lastiman tanto, porque él derrama una fuerza, un perfume, un bálsamo que te alivia en medio de los problemas. Por eso, nada mejor que pedirle ayuda al Espíritu Santo.

La misma Biblia nos dice que tenemos que suplicar y pedir ayuda:

"Confía tu suerte al Señor, y él te sostendrá" (Salmo 55,23).

"No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia recurran a la oración y a la súplica" (Filipenses 4,6).

"Si alguien está afligido, que ore" (Santiago 5,13).

La súplica es descargar las inquietudes en el Señor, sabiendo que él se ocupa de nosotros cuando se lo permitimos realmente (1 Pedro 5,7).

Detengámonos un momento a pedirle ayuda al Espíritu Santo, a suplicarle por aquellas cosas que nos preocupan en este momento de nuestra vida.

viernes, 15 de mayo de 2015

16 de Mayo

"Hoy dejo en tu presencia, Espíritu Santo, a todos mis seres queridos. Porque sólo están seguros si tú te apoderas de sus vidas.
Penetra en ellos con tu fuerza, cúralos de toda enfermedad y de toda debilidad. 
Sana también todo lo que esté herido en su interior, todo mal recuerdo, toda angustia, todo mal sentimiento.
Tú conoces sus perturbaciones interiores y sólo tú puedes liberarlos de sus males más profundos.
Bendice a mis seres queridos, Espíritu Santo. Concédeles éxito en lo que emprendan. Ilumínalos para que acierten en sus decisiones y concédeles que se cumplan sus sueños más preciosos.
Muéstrales el camino para alcanzar su felicidad. Derrama en ellos tu paz, tu alegría, tu amor. Llénalos de esperanza, de luz, de consuelo. 
Y transfórmalos cada día, Espíritu de vida, para que puedan madurar y crecer, para que sean cada vez más bellos por dentro. Corrige sus defectos y sus vicios y muéstrales la hermosura de las virtudes. 
Derrama en ellos tu amor para que se parezcan cada vez más a Jesús y sigan sus pasos. Llénalos de ti, Espíritu Santo. 
Fortalécelos, libéralos, inúndalos. 
Amén."

jueves, 14 de mayo de 2015

15 de Mayo

En la historia de la Iglesia tenemos un tesoro de miles de santos diferentes que han reflejado, cada uno a su modo, la belleza de Jesús. Ellos se dejaron tocar por el Espíritu Santo, y él hizo maravillas en sus vidas.

San Francisco de Asís reflejó la pobreza y la alegría del Señor, Santa Rita nos mostró la fortaleza y la entrega de Cristo, San Cayetano nos mostró su predilección por los pobres y su preocupación por los que sufren.

Por eso, cuando nos ponemos a rezar frente a la imagen de un santo, San José por ejemplo, en esa imagen simple de José el Espíritu Santo nos hace descubrir un reflejo de la inmensa ternura de Jesús, nos hace sentir la caricia de su amor que nos dice: "Yo estoy a tu lado, yo no te abandono, yo te quiero".

Pero cada uno tendría que preguntarse ahora: ¿Y yo? ¿Qué querrá hacer de mí el Espíritu Santo? Ninguno de nosotros tiene que repetir lo que fue Santa Rosa, ni San Francisco, ni la Beata Teresa de Calcuta. Cada uno llega a ser santo de un modo particular, porque Dios lo ha hecho distinto, y el Espíritu Santo quiere poner en tu vida un reflejo de Jesús que no había puesto en los demás. Entreguémonos al Espíritu Santo para que haga su obra:

"Los exhorto, hermanos, a que se entreguen a Dios como una ofrenda viva, santa, agradable a Él. Ése será el culto espiritual de ustedes" (Romanos 12,1).


miércoles, 13 de mayo de 2015

14 de Mayo

El Espíritu Santo actúa como quiere y muchas veces nos sorprende con esa libertad divina. Hoy, que celebramos al apóstol San Matías, podemos descubrirlo especialmente. Porque la elección de San Matías se realizó echando suertes (Hechos 2,23-26). Ese procedimiento sirvió para conocer la decisión de Dios. Por eso, en la oración los apóstoles dicen: "muéstranos a cuál has elegido" (v. 24). La elección de Matías era una cuestión del amor de Dios, que va más allá de todos los criterios humanos.

Si ellos descubrieron la voluntad de Dios echando suertes, no esperemos que el Espíritu Santo nos ilumine siempre de una manera maravillosa, porque él nos hablará de miles de maneras sencillas y nos ayudará a descubrir lo que él quiere de formas muy ordinarias y poco llamativas.

No sólo Matías fue elegido con ternura. Cada uno de nosotros fue elegido para vivir en amistad con Jesús, y es llamado a cumplir una misión que dé muchos frutos de amor, hasta dar la vida en respuesta a esa elección. Es bello sentirse agraciado, haber sido elegido gratuitamente, sin que uno lo haya merecido o comprado con algo, sin que pueda adquirirlo, exigirlo o esperarlo por algún título u obra personal.

El Espíritu Santo viene muchas veces a nuestra vida para que cumplamos determinadas misiones, no porque seamos perfectos, o porque lo merezcamos, sino por un amor gratuito y libre. Él actúa donde quiere y como quiere. Dejémonos conducir por él.

martes, 12 de mayo de 2015

13 de Mayo

"Ven Espíritu Santo, mira todas esas emociones que a veces se sublevan en mi interior. Mira mis nerviosismos, mis arranques de ira, mis reacciones de agresividad, todas las veces que me indigno y me resiento por las cosas que me dicen, o por los errores y las imperfecciones de los demás. 
Ven como lluvia mansa a refrescar mi interior, para que no me queme y me enferme a causa de esas tensiones. Ven como brisa tibia que acaricia y devuelve la calma, ven como música suave que me relaja por dentro, ven como amor y ternura que me ayuda a comprender a los demás.
¿Para qué quiero esos nerviosismos y resentimientos? Ayúdame a usar mis energías para cosas buenas, porque no quiero desgastarme en lamentos y angustias sin sentido. 
Ven Espíritu de armonía y de serenidad. Ven, para que siempre elija el amor, el diálogo y la amistad. Ven, para que sepa reaccionar con amor, para que pueda vencer el mal con el bien. Porque el amor es siempre el mejor camino. 
Ven Espíritu Santo. 
Amén."

12 de Mayo

El Espíritu Santo me lanza hacia el futuro y me invita a crecer. Pero en realidad, lo que más le interesa es que yo viva la vida con todas mis ganas, que me entregue ahora a lo que me toque vivir. El deseo de ser mejores es importante, pero no tiene que llevarnos a estar siempre pendientes del futuro. Eso nos llena de ansiedad y hace que el presente se vuelva insoportable.

Tengo que optar en primer lugar por el presente, porque es lo que Dios me está regalando, y por eso tengo derecho a vivirlo lo mejor posible. Es Dios quien me da la vida, y eso me otorga todo el derecho a vivir feliz en este mundo.

Más allá de mis errores yo soy amado por Él, que no puede rechazar su propia obra.

Entonces, hoy es un día valioso y estoy llamado a vivirlo. El pasado ya sucedió. No lo puedo borrar, pero ya terminó. Y ese pasado no tiene derecho a arruinar mi vida presente que Dios me está ofreciendo generosamente.

Tengo que vivir hoy de tal manera que pueda sentir que vale la pena que yo exista. Y eso es dejarme llevar por el Espíritu Santo, sabiéndome amado, y entregándome a su amor y a su proyecto, dando lo mejor de mí y disfrutando de lo que pueda vivir en este día. 

Ahora mismo me dejo llevar por el Espíritu Santo, y me entrego a vivir esta jornada con paz, confianza, dignidad y creatividad.

domingo, 10 de mayo de 2015

11 de Mayo

El Espíritu Santo ha hecho en los seres humanos una obra maravillosa. Tenemos muchos y bellísimos ejemplos. Son los seres humanos que han dejado que el Espíritu los transformara. Entonces, él los hizo parecidos a Jesús, puso en sus vidas algo de la hermosura del Salvador, los fue tallando como una piedra preciosa, y ahora son para nosotros como un regalo de amor. Son los santos.

Ellos fueron seres humanos de carne y hueso como nosotros; llenos de debilidades y defectos, como nosotros. Pero también, como nosotros, tenían dentro cosas lindas que el Señor les había regalado. Cuando ellos se dejaron transformar por el Espíritu Santo, él fue purificando todo lo malo y negativo, y regó con el agua de su gracia todas las buenas semillas que llevaban dentro. Por eso fueron santos.

Lo mismo puede hacer en nuestras vidas. Pero nada cambiará si confiamos sólo en nuestras fuerzas y capacidades. Podremos cambiar por fuera, pero por dentro no habrá cambios profundos sin el fuego del Espíritu Santo.

sábado, 9 de mayo de 2015

10 de Mayo

El Espíritu Santo nos lleva a adorar al Padre Dios, y le ofende que adoremos las cosas del mundo. Pero sobre todo le ofende que estemos demasiado pendientes de nosotros mismos, como si fuéramos dioses.

Para no sufrir tanto, y para que mis errores y caídas no me paralicen, tengo que reconocer algo: que yo no soy Dios. Para eso, lo mejor es adorar a Dios, el único que merece ser adorado. Yo no puedo pretender la adoración de los demás, ni pretender adorarme a mí mismo. Sólo él es el Absoluto, sin manchas ni imperfecciones. Todos los seres creados de este mundo somos limitados, y es inevitable que cometamos errores. Y aunque no los cometamos, es imposible que todos estén conformes con nuestra forma de ser y de actuar.

Hay muchas cosas que no sabemos, y no podemos medir todas las consecuencias de todos nuestros actos y palabras. Ignoramos todo lo que hay en el corazón de los demás, no podemos enterarnos de todo, y ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismos. Nuestra forma de ser necesariamente tiene límites. Por lo tanto, reconozcamos que no somos dioses, ni podemos serlo. Nuestras capacidades son tremendamente limitadas. Hay que aceptar esto con serenidad y realismo, y destruir el falso ideal de ser absolutamente perfectos.

Es bueno detenerse algunas veces a pedirle al Espíritu Santo esa sencillez que nos ayuda a aceptar nuestros límites con serenidad. Sólo así podemos tratar de mejorar, pero sin obsesionarnos ni entristecernos demasiado por nuestras debilidades.

Los errores pueden darnos la gran sabiduría de la humildad, la bella virtud de la misericordia, la serena paciencia con los errores ajenos, la capacidad de depender de Dios con sencillez, etc.

Así tenemos que amarnos, como somos: como seres limitados llamados a un permanente crecimiento. Somos una mezcla, una combinación de cosas buenas, de errores y de nuevas posibilidades de cambio. Tenemos que aceptar y amar esa combinación que nos proyecta hacia un futuro mejor.

viernes, 8 de mayo de 2015

09 de Mayo

"Espíritu Santo, vengo a buscar tu ayuda, en un momento difícil.
Las dificultades y las desilusiones han apagado mi fervor y la alegría de mi entrega. 
Por eso te presento mis cansancios, mis angustias, y todo mal recuerdo. 
Quiero unir mi dolor a Jesús en su pasión, para resucitar con él en gozo y esperanza. 
Mi Dios. En ti hay infinita alegría. 
Alegría que desborda y se derrama luminosa en cada criatura.
El mundo entero es un canto de gozo que brota de tu exceso de amor. 
Muéstrame, Señor, la belleza y la bondad de las cosas pequeñas, allí donde habita un remedio para mis tristezas. 
Te doy gracias por el agua, la luz, los colores, la voz de mis amigos, las manos, el cielo, la sangre que corre intensamente y me mantiene vivo, el aire y cada simple regalo cotidiano. 
Te doy gracias porque de alguna manera siempre puedo hacer algo bueno por este mundo. 
Ayúdame a vivir el gozo de la generosidad, la alegría de hacer feliz a otro, el sueño de hacer el bien.
Dame el don de la magnanimidad para buscar siempre algo más en la vida. 
Despierta en mi interior, Espíritu Santo, un intenso amor al Padre Dios, para que busque tu gloria con el corazón ardiente, para que me goce en su amistad, y repose en tus brazos cada noche.
Muéstrame las maravillas de tu amor, para que seas mi lugar de delicias, mi tesoro, mi banquete feliz. 
Ven Espíritu Santo. 
Amén."

jueves, 7 de mayo de 2015

08 de Mayo

Cuando le pedimos al Espíritu Santo que sane nuestros recuerdos, no tenemos que pensar solo en lo que nos han hecho los demás. A veces sufrimos más por lo que hemos hecho nosotros mismos. Los remordimientos son recuerdos dolorosos de errores que hemos cometido; errores que nos llevan a despreciarnos a nosotros mismos, y así nos hacen sentir indignos de vivir.

Si no los curamos, los remordimientos no desaparecerán con el paso del tiempo. Podremos disimularlos con la actividad o las distracciones; pero ni bien tengamos un momento de soledad o de silencio, volverán a torturarnos. Y si escapamos de la soledad, aparecerán igualmente, en medio de una conversación o de un pasatiempo, impidiéndonos disfrutar de lo que estamos viviendo. 
O aparecerán en medio del trabajo y nos harán sentir que lo que hacemos no vale la pena, porque ya no es posible modificar el pasado. 

Esos sentimientos quitan la alegría, el entusiasmo, la iniciativa. Son como una mancha que parece arruinarlo todo. Pero no se puede volver atrás para borrar lo que pasó.

Lo mejor es pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a reconciliarnos con nosotros mismos, que nos dé su amor para comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos con ternura. Porque de nada nos sirve odiarnos y despreciarnos. Dios no quiere eso. Sólo quiere que entreguemos nuestro pasado y marchemos hacia adelante con alegría y con ganas.

A veces es necesario pedir durante un tiempo al Espíritu Santo, la gracia de perdonarnos a nosotros mismos, porque solo él puede tocar y sanar nuestras angustias más profundas y él nos va liberando poco a poco, a medida que le abrimos nuestro corazón.

miércoles, 6 de mayo de 2015

07 de Mayo

Ya los Apóstoles de Jesús acostumbraban imponer las manos a los que habían sido bautizados para que recibieran de un modo especial el Espíritu Santo (Hechos 8,15-17).

La Confirmación es el Sacramento que necesitamos no simplemente para salvarnos, sino para alcanzar la plenitud de la gracia del Bautismo:

"A los bautizados el Sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la Iglesia, y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (Lumen Gentium 11).

Pero eso no significa que sólo un adulto o una persona madura puedan recibirlo, sino que es precisamente el regalo de la Confirmación lo que nos lleva a la madurez espiritual (CCE 1.308).

Demos gracias al Espíritu Santo, porque él se derramó en nosotros en ese hermoso Sacramento.

martes, 5 de mayo de 2015

06 de Mayo

Para iniciarnos en la vida cristiana, tenemos un tesoro de tres Sacramentos: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. A través de estos tres Sacramentos, el Espíritu Santo nos introduce en un precioso camino de fe, de esperanza y de amor.

En los países más cristianos, casi todos han sido bautizados. Una gran mayoría ha recibido la Comunión, al menos una vez. Pero son menos los que han recibido la Confirmación.

¿Será que no es muy importante?

Sí que lo es. Imaginemos un niño, que es bueno, feliz, pero que siempre sigue siendo niño. ¿No será mejor que se anime a enfrentar los desafíos de la vida, que deje de ser niño, y que vaya creciendo como joven y como adulto, para que sea cada vez más parecido a Jesús?

El Espíritu Santo quiere que vivamos con la confianza de un niño, pero no que tengamos una vida infantil. Él espera que seamos espiritualmente adultos, más allá de los años que tengamos. Por eso, aunque ya lo recibimos en el Bautismo, se derrama de un modo nuevo en la Confirmación. Entonces, es un Sacramento necesario para el desarrollo cristiano.
Si cuando lo recibimos no estábamos bien dispuestos, tratemos de renovarlo interiormente, invocando al Espíritu Santo que nos marcó como un sello espiritual.

05 de Mayo

"Ven Espíritu Santo. Quiero decirte que he tenido muchos ideales y muchos sueños, pero con el paso del tiempo se fueron apoderando de mí muchas cosas que me enferman por dentro: rencores, egoísmos, nerviosismos, celos, envidias, tristezas, ambiciones, cansancios o desilusiones.
Todo eso, poco a poco, me fue quitando la alegría de soñar, de amar, de servir. 
Ahora, en lugar de luchar por un mundo mejor, lo que busco es estar tranquilo, que no me molesten, disfrutar de la vida. Yo sé que eso también es bueno, pero me duele haber enfriado mis sueños más hermosos. 
Por eso te pido que vengas Espíritu Santo. Ven a devolverme las ganas de hacer el bien, de cambiar algo en este mundo; renueva en mí el sueño de una vida fraterna y solidaria, la alegría de servir y de trabajar con los demás.
Ven Espíritu Santo, para que deje de sobrevivir y vuelva a vivir.
Ven, para que pueda recuperar la alegría y el deseo de luchar por grandes ideales. 
Ven Espíritu Santo. 
Amén."

lunes, 4 de mayo de 2015

04 de Mayo

En Marcos 3,22-30 se habla de un pecado contra el Espíritu Santo. ¿A qué se refiere?

Esta blasfemia contra el Espíritu Santo es la actitud de quien se cierra a la acción del Espíritu poniendo excusas; es ver los signos que Dios nos regala para que creamos, pero hacer callar a Dios con excusas blasfemas con tal de no cambiar los propios planes. Evidentemente, cuando el corazón se cierra de esa manera, el Espíritu Santo no puede actuar.

Este pecado contra el Espíritu Santo se refiere entonces al corazón cerrado que rechaza la Palabra de Dios, rechaza los signos de su amor, y en definitiva rechaza el perdón de Dios. Por eso no puede ser perdonado mientras persevere en esa actitud, ya que Dios no actúa en contra de las decisiones de la libertad humana.

La nuestra es una libertad enferma y débil, pero que nos permite hacer una historia, caer y volver a levantarnos. También nos permite decir que si seguimos el camino de Dios no es porque él nos haya forzado. La iniciativa siempre es suya, y él nos da su gracia para que podamos responderle; pero hay una respuesta que debe brotar de nuestra libre aceptación. El Espíritu Santo es infinitamente respetuoso. Pero no vale la pena cerrarle las puertas y elegir la muerte. Elijamos su amor y su vida, también hoy.

sábado, 2 de mayo de 2015

03 de Mayo

"Espíritu Santo, quiero dejar en tu presencia los frutos de mi trabajo.
Dame un corazón humilde y libre, que no esté atado a las vanidades, reconocimientos y aplausos.
Dame un corazón simple que sea capaz de darlo todo, pero dejándole a Jesús la gloria y el honor.
Derrama en mí tu gracia para que pueda vivir desprendido de los frutos de mis esfuerzos, para que en mi trabajo busque tu gloria, sin obsesionarme por determinados resultados.
Dame ese desprendimiento, Espíritu Santo, libérame del orgullo, para que pueda trabajar intensamente, pero con la santa paz y la inmensa felicidad de un corazón desprendido.
También te ruego que sanes todo sabor amargo, todo resentimiento, y todo lo que hubo de egoísmo o de vanidad en mi trabajo. 
Ayúdame Señor, para que la próxima vez pueda vivirlo con más generosidad, sencillez y alegría.
Permíteme descansar un momento en tu presencia.
Amén."

02 de Mayo

El fuego del Espíritu Santo puede quemar y sanar los malos recuerdos que a veces nos atormentan. Veamos algunos ejemplos:

Pueden ser momentos de soledad o de abandono en la infancia, haber sido insultado, ignorado o despreciado; puede ser falta de cariño de los padres, desprecios y celos de los hermanos o compañeros, momentos de vergüenza, experiencias sexuales molestas, haber sido rechazado por alguien que yo amaba, sufrimientos por no tener cosas que los otros tenían, accidentes, muertes de seres queridos, sustos, enfermedades dolorosas, prolongadas o repetidas, fracasos, etc.

Ahora hagamos una pequeña oración para sanar nuestros recuerdos enfermizos:

"Ven Espíritu Santo, aquí estoy, con todo mi pasado dentro de mí, para pedirte la paz. 
Mira Señor que las cosas que he vivido están lastimándome por dentro. Mira esas angustias y dolores que aparecen a causa de ese pasado que no me deja ser feliz. 
Ven, Espíritu Santo, a invadir todo mi pasado para transfigurarlo y renovarlo. Pasa por todo mi ser iluminando, sanando y liberando.
Toca todos mis recuerdos y cura todo el dolor y la inquietud que producen en mi existencia.
Pasa, Espíritu de amor, y sáname por todos los momentos tristes y dolorosos, por aquellos días en que no me sentí amado, o fui despreciado, maltratado, lastimado, utilizado, calumniado, olvidado, ignorado. Cura mis recuerdos.
Pasa con tu amor y restaura todo lo que se ha dañado en mi corazón. Cura mi interior y mi cuerpo por todas las malas experiencias que viví. Deja sólo tu inmensa paz y tu ternura.
Como si fuera una herida que se cierra y desaparece, así se sana todo mi ser de esos recuerdos. Y aquello que me hizo sufrir ya no existe. 
Pasa Espíritu Santo, alivia, cicatriza, restaura. 
Amén."