No se trata de torturarte, o de llenarte de escrúpulos, porque todos cumplimos nuestra misión de una manera imperfecta y limitada. Pero lo importante es que tu vida tenga un para qué, un objetivo profundo, una finalidad, una opción.
Es cierto que en el fondo lo importante es que tu vida le dé gloria a Dios. Pero cada uno de nosotros le da gloria a Dios viviendo con pasión una misión en este mundo. ¿Has descubierto cuál es tu misión? No interesa si es pequeña o grande, oculta o llamativa. Es tu misión, la que nadie más puede cumplir.
Si no lo ves con claridad, es importante que trates de descubrirlo en la oración, pidiéndole al Espíritu Santo que te ilumine. Pero además de eso, es importante que le pidas que te impulse a esa misión, aunque no la veas con mucha claridad; que la cumplas, aunque no la entiendas del todo. Entonces, aun en medio de tus dudas y de tus momentos difíciles, todo lo que vivas te llevará a cumplir esa misión que el Espíritu Santo ha pensado para tu vida.
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