Puede suceder que a lo largo de una oración descubramos que la causa de
nuestros miedos es una mala experiencia que hemos tenido y que está
siempre reapareciendo en nuestros recuerdos. Entonces, tendremos que
detenernos cada día a pedir al Espíritu Santo que sane ese recuerdo, que
derrame su poder, que nos regale una firme confianza para que esa
herida sane y cicatrice. Algo que puede ayudarnos, es atrevernos a
revivir con la imaginación la escena en que tuvimos un fuerte dolor, y
hacer presente a Cristo en ese momento abrazándonos, rescatándonos,
liberándonos de ese problema, arrancándonos de ese lugar.
Y si no conocemos la raíz profunda, la causa de nuestros temores,
pidamos al Espíritu Santo que él se apodere de nuestro grito interior
que no sabe expresarse, que él se exprese de un modo liberador. Porque
"el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad, ya que nosotros
no sabemos cómo pedir para orar como conviene, pero el Espíritu mismo
intercede por nosotros con gemidos inefables" (Romanos 8, 26).
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ResponderBorrarGracias
ResponderBorrarGracias porque nos ayuda a olvidar momentos fuertes desagradables e injustos de nuestra eistencia.
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