El futuro a veces nos despierta mucha inseguridad. No sabemos qué será de nosotros el día de mañana, y a veces nos imaginamos encerrados en un asilo de ancianos, en un lugar oscuro y desagradable. O pensamos en la posibilidad de enfermarnos gravemente y que los demás no nos cuiden, y terminar abandonados.
Estos y otros pensamientos a veces tiñen el futuro de tristeza o de inquietud.
Pero tenemos que creer en la Palabra de Dios, donde él amablemente nos dice: "No te dejaré ni te abandonaré" (Hebreos 13,5), y nos recuerda que "nada podrá separarnos del amor de Dios" (Romanos 8,39).
Si creemos en esas promesas, podemos saber con seguridad que el Espíritu Santo estará de verdad con nosotros, en toda circunstancia. Por eso, no importa tanto cómo será nuestro futuro ni lo que nos sucederá. Es más importante sentirnos seguros sabiendo que no estaremos solos. De eso podemos tener certeza.
Estos y otros pensamientos a veces tiñen el futuro de tristeza o de inquietud.
Pero tenemos que creer en la Palabra de Dios, donde él amablemente nos dice: "No te dejaré ni te abandonaré" (Hebreos 13,5), y nos recuerda que "nada podrá separarnos del amor de Dios" (Romanos 8,39).
Si creemos en esas promesas, podemos saber con seguridad que el Espíritu Santo estará de verdad con nosotros, en toda circunstancia. Por eso, no importa tanto cómo será nuestro futuro ni lo que nos sucederá. Es más importante sentirnos seguros sabiendo que no estaremos solos. De eso podemos tener certeza.
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