El segundo don del
Espíritu Santo es el entendimiento, que ilumina la inteligencia. Es la
capacidad de captar algo de las verdades más profundas de la fe, la
habilidad para entender el sentido más profundo de la Palabra de Dios.
Pero no es un don de los estudiosos, porque el Espíritu Santo puede
derramar este don de una manera preciosa en una persona que ni siquiera
sepa leer y que no haya recibido ninguna instrucción. Esa persona,
aunque no sepa explicar con claridad lo que sabe, puede poseer una gran
intuición espiritual que le permite entender las cosas más altas y más
sublimes de la fe cristiana.
Cuando uno trata de estudiar, de profundizar su fe, o de comprender la Biblia, tiene que invocar al Espíritu Santo para que derrame este don con mayor intensidad; porque nuestra mente, sin la luz del Espíritu Santo, nada puede comprender de los misterios de la fe.
Cuando uno trata de estudiar, de profundizar su fe, o de comprender la Biblia, tiene que invocar al Espíritu Santo para que derrame este don con mayor intensidad; porque nuestra mente, sin la luz del Espíritu Santo, nada puede comprender de los misterios de la fe.
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