viernes, 3 de abril de 2015

03 de Abril

Me pregunto si de verdad estoy permitiendo que el Espíritu Santo me lleve por un camino de santificación, si realmente he aceptado que la santidad también es para mí, y si he podido descubrir el tipo de santo que el Espíritu Santo quiere hacer de mí. Porque él no destruye mi personalidad, sólo quiere perfeccionarla y liberarla de sus oscuridades. No quiere que yo sea como San Francisco si eso no es lo que me va a hacer feliz. Él ama mi felicidad, y me dará la santidad que me permita ser plenamente feliz, liberado de mis tristezas, miedos, amarguras e insatisfacciones. Pero para eso necesita llegar al fondo, al corazón, y lograr que mis intenciones más profundas sean claras, generosas, sanas y liberadoras.

Por eso, me hago íntimamente las siguientes preguntas, pidiendo la luz del Espíritu:

¿Para qué me levanté esta mañana: para sobrevivir, para cumplir, para alcanzar placeres, para obtener éxito o fama, para ser bien visto, para demostrar quién soy, o para la gloria de Dios y la felicidad de los demás?

¿Cuáles son las segundas intenciones o las intenciones ocultas, no tan santas, que suelen moverme a decir ciertas cosas, a tomar ciertas decisiones, a hacer algunas cosas?

¿Cómo cambiaría mi vida si las verdaderas intenciones de mi corazón fueran siempre buscar la gloria de Dios y el bien de los demás?

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