Nuestra
oración debe ser comunitaria. Ninguno debería buscar al Espíritu Santo
pensando sólo en sus problemas. Porque Jesús nos quiere unidos como
hermanos.
Por eso, pensemos hoy en todos los que se sienten solos
y abandonados. No nos olvidemos hoy de los que están sin trabajo, de
los que son despreciados por su pobreza, de los que están olvidados por
todos en una cama de hospital.
Entonces clamemos "¡ven Espíritu Santo!", pidiéndole que llene de su consuelo y de su amor esos corazones lastimados que se sienten solos e ignorados.
Pero
también invoquemos al Espíritu Santo para que entre bien profundo en
nuestro corazón y en todos los que pueden dar una mano a los
postergados, a los excluidos del mundo del placer y del consumo (1 Juan
3,17-24). Pidámosle que sane nuestro egoísmo y nos haga descubrir qué
podemos aportar a los demás.
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