Donde más se lució el Espíritu Santo es
en la Madre de Jesús, en la Madre de todos, María. Ella es la más bella,
la más preciosa, la que brilla en el cielo como un signo de esperanza.
Porque
ella, una pobre y sencilla mujer, ignorada y hasta despreciada (Marcos
6,2-3), tenía toda la esperanza puesta en el Señor. Ya cuando fue
concebida, el Espíritu Santo entró en su corazón. Ella nunca escapó del
Espíritu Santo, sino que se confió de un modo total a su poder sublime.
Por eso tuvo la gloria de ser la madre del Salvador, y a pesar de ser
una de las mujeres más simples de la tierra, ha triunfado con el poder
de Dios. Ahora resplandece, vestida de sol, coronada de estrellas,
inmensamente feliz de compartir la gloria de Jesús resucitado.
Por
eso mismo, cuando nos detenemos ante una imagen de María, o cuando
vamos a visitarla a una iglesia, aunque estemos llenos de cargas
pesadas, sentimos un alivio. Mirándola y contándole nuestras cosas,
experimentamos que ella se hace presente a nuestro lado, nos toma en sus
brazos, y nos dice en el silencio: "No tengas miedo. Yo te comprendo,
porque yo también sufrí mucho. Pero todo terminará bien, y yo estaré a
tu lado para que puedas enfrentarlo todo".
A través de la Madre de todos, el Espíritu Santo nos consuela.
Totalmente de acuerdo
ResponderBorrarMaria es una madre excepcional.