"Ven Espíritu Santo, amigo, porque contigo puedo compartir mis cosas más íntimas, todas mis inquietudes más secretas.
Ven, amigo del alma, porque contigo puedo hablar sobre esas cosas que no me atrevo a decirle a nadie más.
Ven, amigo discreto, porque sé que no divulgarás ningún secreto mío, y todo lo que te diga quedará entre nosotros.
Ven, amigo fiel, porque no hay momentos vacíos, donde no esté tu presencia, porque estás siempre.
Ven amigo generoso, porque siempre tienes algo para ofrecerme.
Ven amigo compasivo, porque eres el que mejor comprende mis debilidades.
Ven, amigo sincero, porque no dejas de decirme lo que más necesito escuchar, aunque a veces me moleste.
Ven, Espíritu Santo.
Amén."
Ven, amigo del alma, porque contigo puedo hablar sobre esas cosas que no me atrevo a decirle a nadie más.
Ven, amigo discreto, porque sé que no divulgarás ningún secreto mío, y todo lo que te diga quedará entre nosotros.
Ven, amigo fiel, porque no hay momentos vacíos, donde no esté tu presencia, porque estás siempre.
Ven amigo generoso, porque siempre tienes algo para ofrecerme.
Ven amigo compasivo, porque eres el que mejor comprende mis debilidades.
Ven, amigo sincero, porque no dejas de decirme lo que más necesito escuchar, aunque a veces me moleste.
Ven, Espíritu Santo.
Amén."
(5 minutos del año anterior.. Hasta lo que ví, son iguales a los de este año)...
ResponderBorrar08 de Diciembre
Es el mismo Espíritu Santo el que nos lleva a venerar a María. De hecho, cuenta el Evangelio que Isabel, llena del Espíritu Santo, se sintió indigna de estar ante María, y le dijo: "Bendita tú eres entre todas las mujeres... ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lucas 1,41-43).
Muchas veces se le llama Esposa del Espíritu Santo, porque él se derramó en María desde el primer instante de su existencia, la fecundó misteriosamente para que engendrara a Jesús. Además, ella quiso estar con los Apóstoles para ayudarlos a esperar Pentecostés, y toda su existencia fue una delicada y madura docilidad a los impulsos del Espíritu de amor.
Digámosle con amor en nuestro corazón:
"María, acompáñame. Ayúdame Madre, para que pueda abrir mi corazón al Espíritu Santo; enséñame a invocarlo, a desearlo, a esperarlo, para que también en mi vida, en mi familia y en mi barrio haya un nuevo Pentecostés."