Nosotros somos
débiles y llevamos dentro muchas inclinaciones que nos arrastran a la
mentira, al egoísmo, a buscar sólo el placer y la comodidad, a procurar
nuestro propio bien aunque eso pueda perjudicar a otros, a encerrarnos
en nuestras necesidades egoístas. Y nosotros no podemos dominar esos
instintos si no nos dejamos sostener y fortalecer por el Espíritu Santo.
Pero muchas veces nos engañamos. Creemos que nos dominamos a nosotros
mismos, porque dominamos el ansia de comer, o porque no engañamos al
cónyuge; pero quizás no sabemos dominar otras cosas: la vanidad, la
tristeza o el egoísmo, por ejemplo. Cada uno tiene sus propias
debilidades, y lo peor que nos puede pasar es que las ocultemos para
engañarnos y engañar a los demás, porque de ese modo no podremos crecer.
San Pablo nos
recomienda insistentemente: "Les encargo que procedan según el Espíritu y
no ejecuten los deseos del instinto natural. Porque ese instinto desea
contra el Espíritu, y el Espíritu contra el instinto... Si vivimos por
el Espíritu, sigamos al Espíritu" (Gálatas 5,17.25).
No dejemos que
nuestras inclinaciones más egoístas nos dominen y nos enfermen. Mejor
entreguemos al Espíritu Santo el dominio de esas inclinaciones, y
elijamos lo que el Espíritu nos propone.
Así Sea!
ResponderBorrarAmén! Llename de ti Espíritu Santo
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