El Espíritu Santo quiere hacerse presente en todos los momentos de
nuestra vida, no sólo en los instantes de gozo y bienestar, sino también
cuando las cosas no van bien, cuando nos sentimos inquietos, inseguros,
tristes o perturbados por los problemas que tenemos con los demás o por
las cosas que no nos gustan en las actitudes ajenas.
Porque en la vida de todos los días también hay oscuridad y vacío, no
todos los momentos ni todas las experiencias son luminosas y felices.
Cuando vemos en el mundo tantas pequeñeces humanas, intereses egoístas,
falsedades, incomprensión y envidias, se hace muy difícil reconocer allí
una presencia de Dios que sea alimento y luz. Muchas veces tenemos esa
sensación de que todo es falso, superficial, pura apariencia, engaño y
vanidad.
Pero tenemos que recordar que Dios creó este universo, que el Espíritu
Santo está en todas partes, que él actúa en medio de la debilidad de los
seres humanos, que nos llamó a vivir como hermanos y no a
despreciarnos; que tenemos una misión que cumplir para el bien de los
demás en lugar de escapar del mundo.
Podemos convencernos de eso, para no aislarnos del mundo. Pero al mismo
tiempo, todo eso que nos deja sensación de vacío, nos invita a buscar
algo más profundo, a tratar de no caer en la superficialidad. Tenemos
que estar en el mundo sin ser del mundo, y poner en el mundo el amor, la
entrega, la fidelidad y la honestidad que no encontramos. Eso no
significa dejarnos llevar por la negatividad; porque si vivimos mirando
lo malo, nos convertiremos en seres impacientes, incapaces de
comprender, y entonces tampoco le aportaremos algo bueno a la sociedad.
Para eso necesitamos invocar al Espíritu Santo, de manera que no nos
dejemos llevar por la negatividad y siempre actuemos en positivo.
Ayer tuve una discusión con un ser querido que me quitó el sueño. La reflexion de hoy me ayuda a manejar mi pena. Gracias. Muchas gracias.
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