El Espíritu Santo
me lanza hacia el futuro y me invita a crecer. Pero en realidad, lo que
más le interesa es que yo viva la vida con todas mis ganas, que me
entregue ahora a lo que me toque vivir. El deseo de ser mejores es
importante, pero no tiene que llevarnos a estar siempre pendientes del
futuro. Eso nos llena de ansiedad y hace que el presente se vuelva
insoportable.
Tengo que optar en
primer lugar por el presente, porque es lo que Dios me está regalando, y
por eso tengo derecho a vivirlo lo mejor posible. Es Dios quien me da
la vida, y eso me otorga todo el derecho a vivir feliz en este mundo.
Más allá de mis errores yo soy amado por Él, que no puede rechazar su propia obra.
Entonces, hoy es
un día valioso y estoy llamado a vivirlo. El pasado ya sucedió. No lo
puedo borrar, pero ya terminó. Y ese pasado no tiene derecho a arruinar
mi vida presente que Dios me está ofreciendo generosamente.
Tengo que vivir
hoy de tal manera que pueda sentir que vale la pena que yo exista. Y eso
es dejarme llevar por el Espíritu Santo, sabiéndome amado, y
entregándome a su amor y a su proyecto, dando lo mejor de mí y
disfrutando de lo que pueda vivir en este día.
Ahora mismo me dejo llevar por el Espíritu Santo, y me entrego a vivir esta jornada con paz, confianza, dignidad y creatividad.
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