No hay nada mejor para nosotros que confiar en el Espíritu Santo; pero de verdad, no de la boca para afuera.
La verdadera confianza es una fuente de libertad, de fuerza y de
entusiasmo. No es algo que nos deja quietos, pasivos. Todo lo contrario.
Confiar en alguien que nos ama, nos da una gran seguridad para
enfrentar las cosas con calma y con eficacia.
Cuando más nos confiamos en
el Espíritu Santo, más nos sentimos seguros, protegidos. Es bueno
disfrutar de ese sentimiento de protección, y así caminar por el mundo, y
enfrentar la vida.
Porque la protección del Espíritu Santo es
también una orientación, una guía que nos conduce por el camino, un
brazo que nos apoya y suavemente nos empuja para que avancemos.
Nosotros buscamos, nos ocupamos, tratamos de discernir, pero no estamos solos, somos guiados por un consejero seguro.
Gracias Espíritu Santo.
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