16 de Noviembre
Hoy muchas personas buscan la felicidad en la relajación o en la
meditación, pero sin amar de verdad a los hermanos. Entonces a veces se
sienten bien, pero se están engañando, porque están atrofiando el
llamado al encuentro que hay en lo profundo de su ser.
Las
relaciones humanas abiertas y generosas son indispensables para una vida
sana. Pero la incapacidad de convivir nos alucina en un mundo de
fantasía que nosotros mismos creamos, un mundo donde no hay lugar para
los que son diferentes y donde sólo existe nuestro propio yo.
Haciendo algunas prácticas y tomando algunas medicinas y productos, nos
sentimos un poco aliviados, pero eso sólo llega a la superficie del
alma, no llega a la profundidad de la persona, que sigue enferma por
dentro.
De ese encierro sólo nos puede liberar el Espíritu
Santo, que siempre busca sacarnos fuera de nosotros mismos, que no
tolera que nos engañemos en un mundo interior falso y enfermo. Pidámosle
con fe y confianza que nos libere de todo egoísmo con la fuerza de su
amor. Roguémosle que derrame en nuestras vidas la fuerza sanadora del
amor. Porque cuando logramos amar a los demás, eso indica que lo
profundo del corazón comienza a sanarse y a liberarse verdaderamente.
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