Adorarlo "en Espíritu" no se refiere a una adoración meramente interior, sin signos externos, sino a una adoración que brota de un corazón dócil al Espíritu Santo, ese Espíritu que nos impulsa a clamar "Padre" (Romanos 8,15).
Adorar a Dios "en verdad" significa adorar al verdadero Dios, que es el Padre amante y misericordioso que nos ha revelado Jesucristo.
Pidamos a Jesús que derrame en nosotros el agua viva de su Espíritu Santo, para que aprendamos a adorar:
"Señor, habla a mi corazón, siéntate junto a mi pozo y sedúceme con tu Palabra. Derrama en mí la vida del Espíritu Santo. Porque tengo sed de ti Señor, y sólo tu agua viva puede saciar el intenso anhelo que hay en mi interior. Dame a beber de ti, para que nunca más tenga sed."
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