Para que el Espíritu Santo pueda hacer maravillas en nuestra vida, es necesario que estemos de verdad abiertos a su acción. Pero, ¿qué significa estar abiertos a la acción del Espíritu Santo?
Significa dejar que nos cambie los planes, que nos lleve donde quiera, y sobre todo significa desearlo, buscarlo siempre más, no estar nunca conformes, no creer que ya lo hemos conocido suficiente.
No hay que pensar que ya no puede haber novedades en nuestra relación con él, que ya lo hemos probado todo. No es así. Él es siempre nuevo, siempre deslumbrante, siempre sorprendente.
Nunca podemos decir que ya sabemos encontrarnos con él, porque él supera infinitamente todas nuestras experiencias. Él es siempre mucho más rico y lleno de hermosura de lo que nosotros podemos llegar a imaginar. Por eso cada día somos mendigos de su amor y de su presencia.
Él está indicándonos un nuevo camino para encontrarnos con él. Y a través de las nuevas experiencias de la vida, también de las crisis, él nos va abriendo los senderos para descubrir algo que nunca habíamos experimentado. Él siempre está insinuando en el corazón una nueva invitación de amor. Vale la pena escucharlo.
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