Tenemos que decir que las tres Personas
de la Trinidad habitan en nosotros porque están permanentemente dándonos
la vida. Así viven en nosotros como el Creador en su criatura amada.
Pero cuando estamos en gracia de Dios esa presencia es mucho más
maravillosa, porque habitan en nosotros como Amigos, y todo lo bueno que
podamos hacer nos va acercando cada vez más a una intimidad amorosa con
Dios, a un conocimiento profundo, a la vida eterna.
Además, cuando estamos en gracia de
Dios, podemos decir que de un modo especial habita en nosotros el
Espíritu Santo, que es el "dulce huésped del alma". Porque cuando
estamos transformados por la gracia, el Padre y el Hijo están derramando
en nuestra intimidad el Espíritu Santo, que experimentamos en la
vivencia del amor.
Por ejemplo, cada vez que confesamos
nuestros pecados, o recibimos la Eucaristía, lo más importante que se
derrama en nosotros junto con la gracia es el amor, y así, movidos por
la gracia, podemos hacer actos de amor cada vez más bellos. Ese amor
está particularmente unido al Espíritu Santo, y es un reflejo de lo que
es el puro amor. Por eso podemos decir que el Espíritu Santo habita en
nosotros de un modo especial, y que en los Sacramentos lo recibimos a él
de una forma particular.
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