Quisiéramos vivir
con más profundidad, ser personas más espirituales, realmente
transformados por el Espíritu Santo. Pero no vemos grandes cambios en
nuestra vida.
Si nos miramos a
nosotros mismos con sinceridad podremos descubrir que en nuestro
interior no está la profundidad que deseamos. Allí también hay límites e
incoherencias. Posiblemente encontremos mucho egoísmo allí adentro, y
lo que llamamos "amor al prójimo" quizás sea sólo una necesidad de
satisfacciones afectivas, quizás sea sólo una forma de egoísmo, de estar
encerrados en nuestras propias necesidades y de buscar a los demás sólo
para que nos hagan sentir bien. Por eso parece que ese amor se acaba
cuando los demás contradicen nuestros proyectos, cuando no nos dan la
razón, no nos elogian, o no dicen lo que nos interesa escuchar.
Entonces, la incoherencia y el vacío también están dentro de nosotros mismos.
Por eso, cuando
buscamos la soledad y nos encontramos con nosotros mismos a veces sólo
estamos escarbando en el vacío. Porque nuestra interioridad sólo tiene
vida y hermosura si allí está presente el Espíritu Santo, y si nos
dejamos cambiar por él.
Sin esa luz del
Espíritu Santo, terminamos confundiendo a Dios con nuestros
pensamientos, con nuestra confusión mental, con nuestros sentimientos
tan cambiantes. Y Dios es mucho más que todo eso, mucho más.
Si queremos ser verdaderamente profundos, busquemos al Espíritu Santo.
"Porque nuestra interioridad sólo tiene vida y hermosura si allí está presente el Espíritu Santo, y si nos dejamos cambiar por él."
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