La Biblia dice: "Da y recibe" (Sirácides
14,16). El amor verdadero no es sólo dar, no es sólo hacer cosas por
los demás. Es también recibir de los demás y aprender de ellos con
humildad.
No basta derramarme en el otro, hacerme fecundo en él.
También tengo que disponerme a recibir algo de él, a reconocer el
inmenso valor del hermano.
Cuando el apóstol San Pablo habla del
cuerpo místico y de la importancia de los dones de todos, allí la
actitud negativa que se describe no es la de no querer dar, sino
precisamente la de no querer recibir de los demás, la de no saber
gozarse en el don del hermano: "No puede el ojo decir a la mano: 'No te necesito'... Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte de su gozo." (1 Corintios 12,21.26).
La
capacidad de beber del cántaro del hermano es fuente de un gozo
especialísimo. ¿Acaso puede haber verdadero amor en una pareja si uno de
los dos se encierra en sus esquemas, si se siente salvado en sus
seguridades, y ya no es capaz de aprender del otro? ¿Ama de verdad
alguien que ya no es capaz de admirarse del otro, o de escucharlo con
interés, o que siente que ya no lo necesita?
El amor que derrama
el Espíritu es una capacidad de dar y también de recibir, porque nos
hace reconocer que no somos dioses y que necesitamos de los demás.
Que el Señor derrame el Amor del otro y sepamos aceptarlo por medio del Espíritu Santo.
ResponderBorrarBendiciones.