22 de marzo

El Espíritu Santo es el amor que une al Padre y al Hijo, y por eso es el que realiza también la unidad entre nosotros. Él es quien derrama el amor en nuestros corazones (Romanos 5,5) para que podamos amar de verdad, construir puentes sobre los ríos que nos separan, destruir las barreras que nos dividen.

Es importante darse cuenta de la relación tan íntima que hay entre el Espíritu Santo y cada acto de amor que nosotros hacemos. Cuando estoy amando a un hermano estoy haciendo una experiencia de la Persona del Espíritu, estoy poseyéndolo y gozando de un modo particular a ese Amor que es el término infinito de esa inclinación de amor que hay entre el Padre Dios y su Hijo.

Es difícil entenderlo, pero es maravilloso tratar de vivirlo, reconocer la proyección infinita que tiene un solo acto de amor sincero.


📚 Autor: Mons. Víctor Manuel Fernández. ® Editorial Claretiana.

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Oración de meditación inspirada en la reflexión del 22 de marzo

“Espíritu Santo, amor eterno entre el Padre y el Hijo, ven a habitar en mi corazón. Derrama en mí tu fuego divino, para que cada gesto de amor que realice sea reflejo de tu presencia.

Hazme constructor de unidad, que mi palabra y mis acciones sean puentes que acerquen, no muros que dividan. Que pueda ver en cada hermano una oportunidad de amarte y servirte, sin prejuicios ni rencores.

Enséñame a perdonar con sinceridad, a mirar con misericordia, a escuchar con paciencia. Que todo lo que haga sea impulsado por tu amor, para que mi vida se convierta en una ofrenda agradable a Dios.

Espíritu Santo, transforma mi corazón en un reflejo del amor infinito del Padre y del Hijo. Que cada acto de bondad, por pequeño que sea, sea un testimonio de tu obra en mí.

Amén.”