El Espíritu Santo nos hace sabios. Pero el hombre
sabio no espera que se den todas las condiciones adecuadas para sentirse
bien, para vivir con profundidad, sino que sabe vivir con hondura en
cualquier situación. El que halló la profundidad por la obra del
Espíritu, vive esa profundidad en cualquier circunstancia: "El
labrador, el artesano, el herrero, el alfarero... Cada uno se muestra
sabio en su tarea. Sin ellos no se construiría ciudad alguna ni se
podría habitar ni circular por ella... Ellos aseguran la creación eterna, el objeto de su oración son los trabajos de su oficio" (Sirácides/Eclesiástico 38,26-34).
Pero
esto implica la capacidad de vivir a pleno cada instante, sin evadirnos
en el pasado ni el futuro, como nos enseña la sabiduría de la Biblia:
"Así que no se preocupen por el mañana; el mañana se preocupará de sí mismo" (Mateo 6,34).
Cuando
logro hacer algo, aunque sea pequeño, con mi trabajo generoso, tengo
que sentir que el poder del Espíritu se prolonga a través de mí, y así
brota espontáneamente un canto alegre y agradecido.
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