martes, 1 de marzo de 2016

02 de Marzo

La acción del Espíritu Santo se caracteriza por la alegría, el entusiasmo. Es el gozo de los discípulos de Emaús que sintieron "arder su corazón" junto a Cristo y por eso salieron a comunicarlo a los demás: "Es verdad, ¡el Señor resucitó!" (Lucas 24,34).

Todo el libro de los Hechos muestra con abundantes ejemplos lo que es esa poderosa evangelización "en el Espíritu Santo". Vale la pena leerlo y dejarnos contagiar por ese entusiasmo evangelizador.

Allí vemos cómo los evangelizadores estaban llenos de los dones del Espíritu para poder llegar a los demás.

Porque para la obra evangelizadora, y para cualquier otra tarea, el Espíritu derrama admirablemente multitud de dones que nos enriquecen para prestar un buen servicio a los hermanos: son los carismas (1 Corintios 12).

Hay muchos y distintos carismas en cada uno de nosotros, y todos tenemos el derecho y el deber de ejercitar nuestros carismas, cualesquiera sean. Pero el discernimiento de los pastores permite descubrir si el carisma es auténtico y si se lo está ejercitando sanamente (Gálatas 2,2).

Es bueno pedirle al Espíritu Santo que nos haga descubrir nuestros propios carismas, todo lo que él nos ha regalado para servir a los demás. Porque sería una pena desaprovechar esa riqueza.

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