El primer paso es invocar al Espíritu Santo para poder
verlo, y tratar de reconocerlo, mirarlo de frente. Luego, poco a poco,
aceptarlo como parte de tu vida y conversar con el Espíritu Santo sobre
eso. Si conversando con él realmente puedes decirle que quisieras
liberarte de eso, entonces ya has comenzado el camino de liberación.
Sólo es necesario que sigas pidiéndoselo cada día y que comiences a
intentar dar pequeños pasos para cambiar.
Se trata de ejercitar lo que seria la virtud opuesta a eso que te desagrada. No te desanimes si vuelves a caer, si por cada paso hacia adelante das uno para atrás. Eso sucederá hasta que te convenzas de que es mejor vivir de una nueva manera y estés cómodo con esa nueva vida. Para motivarte a dar esos pasos, es bueno que te preguntes con sinceridad: ¿Qué es lo que quiero hacer crecer en mi? ¿Hacia dónde quiero ir? ¿Qué estilo de vida quiero alcanzar?
Pero también es indispensable que le pidas luz al Espíritu Santo, para que él te ayude a reconocer lo que debes ser. Nadie sabe mejor que él lo que cada uno de nosotros tiene que llegar a ser, esa identidad única, irrepetible, que nadie puede copiar. Por eso, es muy sano detenerse a pedirle a él la luz para ver quién es uno en realidad y quién debe llegar a ser:
"A ti levanto mi alma, Dios mío.
En ti confío. Que no sea confundido...
Muéstrame tus caminos, Señor,
enséñame tus sendas.
Guíame en tu verdad, enséñame,
que tú eres el Dios de mi salvación."
Salmo 25,1-2.4-5
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ResponderBorrarDios mío en Tí confiamos
Muéstranos tus caminos Señor
Espíritu santo guianos y fortalecenos
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