En
la encíclica "Dominum et Vivificantem" (57), Juan Pablo II invita a
invocar al Espíritu que da la vida, para poder enfrentar los signos de
muerte y las tentaciones de muerte que hay en el mundo actual.
Hay
variadas maneras de elegir la muerte: los excesos, la venganza, la
melancolía, el encierro, evadirse con la televisión, con internet, y
muchas formas más.
Sería bueno preguntarme qué formas de muerte
se han ido metiendo en mi vida, qué esclavitudes me han ido ahogando y
no me permiten sentirme realmente alegre, feliz, vivo.
En un
momento de oración ruego al Espíritu que entre en esos sectores oscuros y
enfermos de mi existencia, le entrego esos lugares de mi ser y de mi
vida cotidiana, y trato de liberarme para siempre de esos falsos dioses
que no me dan la vida, sino que me la consumen inútilmente.
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