Cuando algún problema te agobia, tienes
que detenerte a contárselo al Espíritu Santo. Nadie te pide que
enfrentes tus dificultades solo. Lo tienes a él. Pero no le cuentes sólo
lo que te sucede, sino lo que sientes en tu interior a causa de ese
problema. Porque a veces lo peor no son las cosas que nos pasan, sino lo
que nos hacen sentir por dentro. Si has discutido con un hijo o con un
amigo, quizás no sufras tanto por la discusión, sino porque esa
discusión te hace sentir que todos te abandonan, que nadie es fiel, o
que eres desagradable y por eso nadie te ama. Quizás eso despierte tu
temor a quedar solo y abandonado.
Las cosas que nos pasan despiertan todos nuestros monstruos interiores.
Por
eso, es necesario que le cuentes todo al Espíritu Santo, todo eso que
da vueltas en tu interior. Porque él puede ayudarte a resolver tu
problema, pero sobre todo puede curarte interiormente, para que no te
sientas tan débil, para que no te sientas tan solo, para que puedas
sacar lo mejor de tu ser y salgas adelante.
Es
mejor que derrames todo en su presencia sin ocultarle nada, y que dejes
que él te consuele. Porque el Espíritu Santo es el verdadero
"Consolador".
No hay comentarios.:
Publicar un comentario