El Espíritu Santo le da a nuestras
luchas una finalidad profunda. Por amor al hermano, sabemos que lo mejor
que podemos regalarle es a Jesús; y por amor a Jesús, no podemos dejar
de hablar de él. Si un día resolviéramos todos nuestros problemas pero
no lo tuviéramos a él, seguiríamos siendo infelices. Pero eso es
imposible, porque nunca podremos resolver todos nuestros problemas sin
él. Porque sin él comienza a reinar el egoísmo, el odio, el orgullo, los
vicios, la tristeza. Y entonces nada puede darnos esperanza. Por eso,
el Espíritu siempre quiere llevarnos a Jesús, siempre nos abre el oído
para escuchar su Palabra, y siempre nos impulsa a evangelizar, a llevar a
Jesús a los demás.
Todo esto se une en la misión que tienen
los laicos en el mundo. Ellos necesitan invocar permanentemente al
Espíritu Santo para llenar el mundo de la presencia de Cristo. Para que
los hogares, los lugares de trabajo, los barrios, las asociaciones, y
todos los ambientes se inunden de esperanza, de dinamismo, de la vida
maravillosa que Jesús nos propuso.
¿Pero por qué el Espíritu Santo no cambia el mundo? ¿Acaso no puede?
Por supuesto que puede, pero no quiere
hacerlo sin nosotros. Quiere cambiar las cosas a través de nosotros. Y
si no cambian es porque muchos no somos instrumentos dóciles. ¿Cómo está
tu docilidad al Espíritu Santo?
Gracias espíritu Santo por cuidarme, AMÉN
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